Comisario Pardon
El suicida culpable
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El Comisario Pardon entró en la casa
fumando en pipa, con aire de suficiencia. Resignado,el teniente
Hastings le sucedía. Cerró la puerta.
La Policía Judicial acababa de levantar el cadáver, un hombre de 42
años muerto a puñaladas. El cuerpo se había encontrado en un charco de
sangre en el suelo de su propia casa, desde la que su mujer había
avisado a los servicios de urgencias.
-Buenas noches Mrs. Guilt -entonó Pardon.
La mujer estaba de pie junto a una pequeña mesilla con un traje negro lleno de volantes y un pañuelo de encaje en la mano.
-¿Conocía usted a la víctima Mrs. Guilt?
La señora levantó un poco la mirada antes de contestar.
-Claro, era mi marido. Ferdinand Guilt.
Pardon hizo un gesto de aprobación abriendo la boca.
-Ohmm, interesante sí. ¿Y dónde dice usted que encontró el cuerpo?
Ella señaló temblorosa justo debajo de los pies del comisario. Pardon pisaba un enorme charco de sangre.
-Ya veo -Pardon caminó con las manos en los bolsillos-. ¿Cuándo vio usted a su marido por última vez?
-Pasé toda la tarde con él, aquí en casa, y estuvimos prácticamente todo el tiempo juntos.
-Apunta Hastings -ordenó Pardon con autoridad-. Mrs. Guilt tiene una sólida coartada, estuvo con su marido mientras se producía el crimen. Hay que ir eliminando sospechosos.
-Ehmm. Pero... Sí, señor- Hastings suspiró y anotó.
El comisario continuaba paseándose, absorto en sus deducciones, construyendo las preguntas en su mente.
-¿Tenía Mr. Guilt muchos enemigos?
-Ya lo creo- contestó. Ella contemplaba horrorizada como Pardon ponía perdida la casa de huellas de sangre-. Era un hombre muy polémico, con mucho carácter, propenso a discutir por cualquier motivo.
Pardon se dirigía hacia la ventana, echando humo con su pipa.
-Y dígame -dijo mientras acariciaba las cortinas-. ¿Estas cortinas las ha comprado usted misma?
-Sí -respondió con un tono de extrañeza en la voz.
-Tiene usted un gusto excelente... -Pardon guiñó el ojo ostentosamente a Hastings.- Demasiado como para cometer un crimen.
Oportunamente, Hastings intervino.
-¿Cómo definiría usted su relación con su marido?
-Excelente -se irguió en el sofá nerviosa-. Mi marido era pacífico y tranquilo, todos lo apreciaban mucho.
El comisario dirigió una mirada de reproche a su colaborador.
-No sé dónde quiere llegar usted Hastings. El casó está claro. Mr. Guilt se suicidó.
-Pero... con todos mis respetos monsieur Pardon... ha muerto de dieciséis puñaladas.
Pardon se echó hacia atrás y rió.
-Teniente, mon ami. No usa usted sus pequeñas células grises. De las 16 puñaladas sólo la última hubo de ser mortal -declaró de forma triunfal-. Mr. Guilt simuló su propio asesinato.
-Ehm... sí, es brillante -Hastings tartamudeó un poco-. Pero... ¿A qué fin? ¿Quién sería tan imbécil? Y sobre todo, de ser así ¿Por qué no estaba pues el cuchillo en las manos, en la herida o caído cerca del cadáver?
La mujer se tensó y se agarró a la mesa.
Hastings continuó.
-De hecho... ¡Hay un cuchillo ensangrentado encima de la mesa donde está Mrs. Guilt! ¡Mírelo!
Mrs. Guilt hizo un rápido movimiento, se llevó las manos a la espalda y simuló mirar al techo con repentino interés.
-Pero ¿Qué dice Hastings? -Pardon miro al teniente.
-Por Dios, ¿No lo ha visto usted? Acaba de coger el cuchillo. Lo tiene escondido tras su espalda.
-Vamos, vamos amigo tranquilícese -Pardon sonreía conciliador-. No se empecine en sus teorías, admita la realidad.
La reciente viuda se dirigió a la cocina. Se oyó ruido de agua correr y una voz nerviosa.
-Por cierto ¿Les apetecería algo? ¿Un vaso de agua? ¿Café?
-No se apure Mrs. Guilt. No hace falta que se esconda para dar rienda suelta a su dolor. La comprendemos, llore tranquila.
-¡Está lavando el cuchillo! -Hastings estaba rojo.
-Psicología, mon ami, psicología... -Pardon levantó el índice, dando golpecitos en su sien.
-Buenas noches Mrs. Guilt -entonó Pardon.
La mujer estaba de pie junto a una pequeña mesilla con un traje negro lleno de volantes y un pañuelo de encaje en la mano.
-¿Conocía usted a la víctima Mrs. Guilt?
La señora levantó un poco la mirada antes de contestar.
-Claro, era mi marido. Ferdinand Guilt.
Pardon hizo un gesto de aprobación abriendo la boca.
-Ohmm, interesante sí. ¿Y dónde dice usted que encontró el cuerpo?
Ella señaló temblorosa justo debajo de los pies del comisario. Pardon pisaba un enorme charco de sangre.
-Ya veo -Pardon caminó con las manos en los bolsillos-. ¿Cuándo vio usted a su marido por última vez?
-Pasé toda la tarde con él, aquí en casa, y estuvimos prácticamente todo el tiempo juntos.
-Apunta Hastings -ordenó Pardon con autoridad-. Mrs. Guilt tiene una sólida coartada, estuvo con su marido mientras se producía el crimen. Hay que ir eliminando sospechosos.
-Ehmm. Pero... Sí, señor- Hastings suspiró y anotó.
El comisario continuaba paseándose, absorto en sus deducciones, construyendo las preguntas en su mente.
-¿Tenía Mr. Guilt muchos enemigos?
-Ya lo creo- contestó. Ella contemplaba horrorizada como Pardon ponía perdida la casa de huellas de sangre-. Era un hombre muy polémico, con mucho carácter, propenso a discutir por cualquier motivo.
Pardon se dirigía hacia la ventana, echando humo con su pipa.
-Y dígame -dijo mientras acariciaba las cortinas-. ¿Estas cortinas las ha comprado usted misma?
-Sí -respondió con un tono de extrañeza en la voz.
-Tiene usted un gusto excelente... -Pardon guiñó el ojo ostentosamente a Hastings.- Demasiado como para cometer un crimen.
Oportunamente, Hastings intervino.
-¿Cómo definiría usted su relación con su marido?
-Excelente -se irguió en el sofá nerviosa-. Mi marido era pacífico y tranquilo, todos lo apreciaban mucho.
El comisario dirigió una mirada de reproche a su colaborador.
-No sé dónde quiere llegar usted Hastings. El casó está claro. Mr. Guilt se suicidó.
-Pero... con todos mis respetos monsieur Pardon... ha muerto de dieciséis puñaladas.
Pardon se echó hacia atrás y rió.
-Teniente, mon ami. No usa usted sus pequeñas células grises. De las 16 puñaladas sólo la última hubo de ser mortal -declaró de forma triunfal-. Mr. Guilt simuló su propio asesinato.
-Ehm... sí, es brillante -Hastings tartamudeó un poco-. Pero... ¿A qué fin? ¿Quién sería tan imbécil? Y sobre todo, de ser así ¿Por qué no estaba pues el cuchillo en las manos, en la herida o caído cerca del cadáver?
La mujer se tensó y se agarró a la mesa.
Hastings continuó.
-De hecho... ¡Hay un cuchillo ensangrentado encima de la mesa donde está Mrs. Guilt! ¡Mírelo!
Mrs. Guilt hizo un rápido movimiento, se llevó las manos a la espalda y simuló mirar al techo con repentino interés.
-Pero ¿Qué dice Hastings? -Pardon miro al teniente.
-Por Dios, ¿No lo ha visto usted? Acaba de coger el cuchillo. Lo tiene escondido tras su espalda.
-Vamos, vamos amigo tranquilícese -Pardon sonreía conciliador-. No se empecine en sus teorías, admita la realidad.
La reciente viuda se dirigió a la cocina. Se oyó ruido de agua correr y una voz nerviosa.
-Por cierto ¿Les apetecería algo? ¿Un vaso de agua? ¿Café?
-No se apure Mrs. Guilt. No hace falta que se esconda para dar rienda suelta a su dolor. La comprendemos, llore tranquila.
-¡Está lavando el cuchillo! -Hastings estaba rojo.
-Psicología, mon ami, psicología... -Pardon levantó el índice, dando golpecitos en su sien.
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Autor: thessoro
Fecha: 21/10/05 [23:00]
Categoría: Sacapuntas
Leido: 46101 veces