Soñé, como viene siendo habitual estas últimas semanas, con Juan Pablo II.
En el sueño yo era alguien cercano al Vaticano, pero sin sotana. Algo así como una Paloma Gómez Borrero pero sin cara de urraca estreñida.
Yo estaba sentado en mitad de la Plaza de San Pedro con un libro en las manos y rascándome de tanto en tanto los cojones cuando veo a una mujer con traje y pinganillo, en plan segureta,  que se me acerca.
- ¿Has visto lo del Papa?
Tardé un poco en reaccionar, levantando los ojos del libro:
- ¿Qué pasa con él? ¿Se ha vuelto a poner el tanga rojo con la esvástica?
- No hombre, ese Papa no. Juan Pablo II.
Hice memoria... parecía que habían pasado siglos desde el advenimiento de Ratzinger.
- Sí... sé quién es.
- Le han puesto un nuevo bálsamo. ¡Es maravilloso! ¿Quieres verlo?
- Por supuesto -acepté sin dudar.

Caminamos en silencio hasta la cripta de Juan Pablo. Éste yacía tendido vestido con una túnica blanca y roja. Por un momento imaginé lo divertido que sería que se incorporase de repente y dijera "jarrl" o algo así.
La mujer señaló el cadáver del Papa:
- Fíjate, le han puesto una laca impermeable por encima, para preservarlo de la intemperie -comentó- Ahora verás.
La mujer llevaba café en un vasito de plástico y lo derramó por encima de la cara y ropas del muerto.
El efecto fue sorprendente, aquella mierda que le habían echado al Papa repelía los líquidos de una manera asombrosa y el café cayó al suelo sin calar su túnica. - ¡Qué maravilla! -exclamé asombrado- ¿Puedo probar yo?
- Claro.
Cogí el vasito de plástico -ya vacío- y corrí a una pila bautismal a llenarlo de agua. Volví al lado del cadáver.
- ¡Despierta! -exclamé mientras arrojaba el agua contra la cara del Papa.
La mujer y yo comenzamos a reir.
- Ainss... ¡Es fantástico! Lo que no inventen estos curas...

Volvimos caminando juntos por la Plaza, ya había oscurecido. Hablábamos con admiración casi infantil sobre la nueva impermeabilidad del Papa.
- Tantos miles de fieles al día... Y el Papa no correrá peligro. Podrían estornudarle encima y no pasaría nada.
- O incluso orinarle, ya sucedió una vez -añadí.
- El Papa es completamente impermeable -dijo ella como sumida en un sueño.
- ¿Como sumida en un sueño? - pregunté extrañado.
- ¿Qué?
Entonces desperté, y no amigos, no había mojado la cama ni nada parecido. Fue un sueño premonitorio. Ahora el cadáver de Juan Pablo II es tan frágil y poroso... Algún día... todo llegará.